Esa mujer no tenía corazón,
conmigo aprendió a amar,
mis palabras eran su razón,
mi aliento su respirar.
Ella no sabía como andar,
sin un motivo para seguir,
conmigo aprendió hasta a mirar,
las diferentes formas de vivir.
Conmigo conoció la libertad,
amarrada a mis pies y a mi alma,
Cruzó en medio de la tempestad,
para recuperar la calma.
Hoy mis pasos ya no seguirá,
se le olvidó como perdonar,
otro nuevamente le enseñará,
por eso le dejo mi lugar.
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